Adam Haberberg by Yasmina Reza

Adam Haberberg by Yasmina Reza

autor:Yasmina Reza [Reza, Yasmina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Ella se ha sentado de nuevo, ha colocado la ensaladera sobre la mesa entre los dos y sonríe. Él responde al gesto silencioso como lo había hecho delante de la zona de los grandes felinos. La mira mezclar los tomates, servirlos con delicadeza. Ella corta pan, un pan esponjoso y dulce, es el pan de Andréas, dice ella, lo adora, siempre tengo en casa, lo congelo. Él los ve, a él y a ella, a la mesa en esa cocina alargada, suspendidos entre el lago de Viry-Châtillon y la nacional 7, piensa en los hombres sentados a la mesa en cocinas alargadas, comiendo en el desierto de las ciudades una ensalada de tomate, una tortilla, cualquier cosa cotidiana, y piensa: ayúdame Dios mío a encontrar las palabras. Estoy dispuesto a escribir novelas de aeropuerto para ganarme la vida, no veo nada malo en ganarme la vida llamándome Jeffrey Lord o Michel Brice, estoy dispuesto a avanzar en la oscuridad con mi viajero del infinito o como Goncharki, con policías que nunca folian menos de seis horas seguidas, estoy dispuesto a escribir ametralladora para el tipo que regresa al cuartel, estoy dispuesto a escribir desde ahora «un escalofrío le recorrió la espalda», me importa una mierda. Concédeme solo un cuaderno secreto y ayúdame a encontrar las palabras para decir la verdad. Los medicamentos, el terror de la decadencia, la procesadora, los vaqueros de Marie-Thérèse, la ventana cuadrada al fondo con la persiana que golpea. La verdad sin voluntad, sin deseo de originalidad, sin deseo de más o de menos. Poco importa si salgo perdiendo. Por las mañanas escucho la radio imparable que se excita con las metamorfosis del mundo y pienso: excítate tú también, venga, con las metamorfosis del mundo, es lo que se espera de un escritor, que dé cuenta de la aceleración de la historia. Pero ya no veo un tema en las metamorfosis del mundo. Creía verlo, en la época en la que me asimilaba a la cultura ambiente, ya no lo veo. Las metamorfosis del mundo no cambian en nada lo que soy. En el mejor de los casos me distraen de mí mismo. Los acontecimientos son como una poción de olvido: por la mañana, cuando estoy solo, enciendo la espantosa radio para que me inunden los acontecimientos. Los grandes acontecimientos me consuelan, sirven de coartada a mi oscuridad, no puede uno rivalizar con la tragedia del planeta. Los grandes acontecimientos ayudan a pasar el tiempo, nada más. En mi cuaderno secreto quiero dar cuenta de lo que no cambia, o cambia muy poco, o de manera invisible, sordamente cruel. Poco importa si salgo perdiendo. Sí que tenías hambre, dice Marie-Thérèse.

—Es cierto —reconoce él—, tenía frío y hambre. Has recogido una ruina, Marie-Thérèse.

Ella está de pie, saca algunos quesos de la nevera y los dispone sobre una bandeja pequeña. No tienen un aspecto superlativo, pero son buenos, dice ella. Después tengo fruta o un helado de frambuesa. ¿Abro otra botella?

—No, gracias. Voy a tratar de tenerme en pie, aunque sea como ruina.



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